Estamos al sud de Lleida, una región seca, de clima extremo, con gran amplitud térmica, con inviernos muy fríos y veranos muy calurosos y secos, pero donde la brisa del mar refresca el ambiente al final del día. Esta brisa reconforta al olivo, que sufre sin llegar a estresarse. Las lluvias en general son escasas, con una pluviometría anual entre los 350 y los 450 mm. Debido a este clima, los olivos ven limitada su capacidad productiva, por lo que el aceite resulta denso y con mucha personalidad. Asimismo, este clima nos permite obtener un fruto excelente sin problemas de plagas. La mayoría de los olivos son de secano. Al igual que ocurre con el vino, la climatología marca cada año la cosecha: nos marca a las personas y también marca a los frutos del olivo. Olas de frío, exceso de calor, estrés hídrico, lluvias esporádicas… El tipo de terreno es calcáreo con márgenes, pendientes y tierras arcillosas, ideal para los olivos. Además, consideramos que las plantas autóctonas de la zona (tomillo, romero, bosques, etc.) también aportan diferentes matices a la oliva.